domingo, 27 de febrero de 2011

Inacción y populismo
Estábamos por sentarnos a la mesa, bajo la galería de mi casa, dispuestos a disfrutar el sol y el paisaje cuando comenzó a escucharse, a un volumen poco común, el ritmo de la cumbia villera, con ese golpeteo taladrante de su base rítmica, alejada del gusto musical más elemental y que responde, por lo general, a mentes y ritos tribales semi urbanos.
No es fácil encontrar pueblo alguno, por pequeño que sea, en el que se respete, ni siquiera, la otrora envidiada “siesta pueblerina”. Las falsas políticas de inclusión, que no enseñan a trabajar, y que no mejoran las condiciones, ni posibilidades de la gente humilde, más allá de exculparlos de delitos, abusos o falta de respeto y consideración para con los demás, nos han llevado a que esa música, defensora, básicamente; de los pibes chorros, el paco y la promiscuidad, sea parte de nuestro folklore, agudizando la vulgaridad y despreciando, absolutamente, cualquier posibilidad de esgrimir la cultura y la educación, como elementos transformadores de un cambio positivo para el país.
A los gobernantes; sean intendentes, delegados o concejales, les cabe la responsabilidad de salvar a los pueblos del interior, del deterioro que ha sufrido el conurbano bonaerense, en el cual se hace difícil la vida, o mejor dicho,se hace difícil, hasta “conservar la vida”.
La degradación comienza por la falta de consideración hacia los demás; ya sea por la falta de higiene, la música a todo volumen, o las largas noches, de “vereda”, a los gritos, fumando cualquier cosa y bebiendo cerveza hasta límites nsospechados. Así vi comenzar la decadencia en San Martín, ciudad que no escapa a los problemas del conurbano, pegada a la Capital Federal, de la cual tuve que huir, para no morir en el intento de vivir y criar hijos decentemente.
Allí, en ese conurbano, la cumbia es la base e inspiración de los marginales. Primero vino la falta de respeto por el otro, después sobrevino el rateo, luego el robo, después la agresión y ahora el asesinato sin motivos.
¿Qué esperan los intendentes de las ciudades del interior del país? ¿Que su ciudad y sus pequeños pueblos sufran esta transformación? Tomen medidas, promulguen las ordenanzas necesarias para evitar que este mal no se propague. Porque ya no alcanza con que se acerque un patrullero y les pida que bajen el volumen de la agresión sonora; apenas se pone en marcha el móvil, vuelven a subirlo, y el Estado no les permite hacer nada más, ergo, no pueden defender al que trabaja, paga impuestos, educa a sus hijos en la decencia y el respeto y quiere vivir en paz.
Están, los intendentes, a tiempo aún de evitar que sus "patrias chicas" comiencen a bajar por la escalera de la decadencia, qué, señores; no tiene ni barandas ni descansos. Si eso ocurriera, serán ellos los responsables absolutos, con cumbia de fondo, claro...