La semana pasada hubo una “fiesta electrónica” en uno de los paballones
de Costa Salguero, en la Costanera de Buenos Aires, ahí donde hace cuarenta o
más años, los que no eramos tan despiertos y tecnificados como lo jóvenes de
hoy, apenas íbamos con una chica a caminar junto al río con la esperanza, como
extremo de nuestra adrenalina, de robarle un beso.
Pero ahora es distinto.
No me hace falta detallar el nombre de la ¿fiesta?, ni los nombres de
los “reconocidos” DJ que hacen música mezclando la música de verdaderos músicos
con aparatos sofisticados. Esos "reconocidos” DJ no son populares, son reconocidos,
nada más. Populares son los “Stones”, dejen de mentir.
Esta fiesta se prepara, por lo visto, alquilando un galpón grande o un
predio abierto, poniendo un escenario, luces, una jaula que vende agua y alguna
bebida alcohólica energizante (la estupidez de moda) y champagne ordinario.
Ni el agua es buena, porque no es mineral sino filtrada.
Nadie controla; Rodríguez Larreta reza junto a su familia; "adornan" a prefectura; los empresarios son delincuentes defendidos enfáticamente por abogados como Burlando (el nombre justo), así sigue todo.
Claro que no todos los jóvenes (chicos no es la palabra porque si había
chicos eran menores y está prohibido), se drogan o necesitan esas pastillas “de
diseño” que se usan ahora para que aquellos que no tienen vida la tengan.
¿Porqué no tienen vida?, no se, tal vez porque es más fácil “estar en
nada” que trabajar, estudiar, leer, ver películas, tocar un instrumento o
simplemente llevar una chica a caminar por la Costanera.
He escuchado por radio y televisión, a insignes imbéciles hablando de “no
estigmatizar”, palabra que impuso el kirchnerismo para no contar pobres o
salvar a minorías delictivas de la acusación de las mayorías. Aunque no les
guste; la droga en pastillas “de diseño” entró con las fiestas electrónicas.
Como soy viejo, voy a contarles que nunca me emborraché de joven porque
no me parecía necesario ni quería ser una piltrafa delante de los demás.
Tampoco tenía porqué, y tomaba algún trago por gusto, hasta que me daba cuenta
que me dolía la cabeza. Ese era mi límite creía yo, pero me di cuenta que el
límite era la información que traía de mi casa. No era yo quién para defraudar
mi educación. Y no me vengan conque hay chicos pobres cuyos padres no están
presentes o abandonaron a su madre embarazada, porque no creo que hubiese
muchos en aquel galpón, ya que la entrada costaba $800 y llegar hasta allí, tomar
algo y comprarse algunas pastillas de "Súperman" casi otro tanto.
Claro que no todos los padres le dan a los hijos, datos que los ayuden.
Conozco padres, profesionales, de matrimonios consolidados, que como gracia
recuerdan donde han viajado por los “pedos” que se agarraron. No es buen dato
para un hijo a la hora de decidir seguir tomando después del dolor de cabeza…
No hay que abandonar la educación de nuestros hijos nunca, y no es
cuestión de decir “no me escuchan”, porque como sabemos, son esponjas; basta
que nos vean actuar, y si no robamos, no los encontraremos en un video contando
plata robada. Y si no bebemos hasta andar diciendo pavadas, difícilmente los
tengamos que ir a buscar borrachos. Y si nos escuchan despotricar contra lo que
está mal, se molestarán en el momento, pero lo considerarán alguna vez, y será
otro dato para no caer muertos en una fiesta electrónica.
Yo no planteo “hablen con sus hijos de la droga, del sexo, etc.”, planteo
que en los momentos que estén con ellos, tengan una buena convivencia, y al
contrario de lo que dicen muchos, que haya un lugar donde se reúnan para ver
televisión aunque más no sea un rato, porque aunque lo querramos negar, por
allí pasan todos los temas, y es el momento donde nos podemos expresar y opinar
para que cada uno sepa lo que piensa el otro. Y si ya sus hijos no viven con
usted, una llamada o un mensajito por día, será suficiente para que sepa que
antes de hacer una macana, piense en el legado de los padres. Algunos “vivos”
lo llaman “castración”. Que digan lo que quieran, prefiero ocuparme de mis
hijos.